Nací en Madrid un sábado 24 de septiembre lluvioso, quizá por eso me gustan los días soleados. Lo primero que escribí fue una carta a la cigüeña, con apenas dos años de edad, dándole instrucciones que ella siguió al pie de la letra. Desde entonces he sabido que los deseos se cumplen ... solo hace falta esperar.
Soy urbanita de ciudades grandes y pobladas, pero en el desierto me encontré con mi maestro interior. Me siento cómoda callejeando y fijándome en todo, aprendiendo cada día.
Cuentera, caricata y excéntrica.
Me gusta fijarme en los pequeños detalles, disfruto de la naturaleza y de lo bello en general. La vida me parece mejor con una sonrisa. Sigo pensando que puedo poner mi granito de arena para cambiar el mundo. Lo hago a través de los cuentos y los sueños.
Tardé mucho en saber qué era lo que quería y, cuando parecía que me había enterado, la vida me planteó sus propias exigencias y retrasó los sueños propios, de sopetón primitivos, que Beatriz y yo habíamos planeado años antes.
Después de una larga etapa muy presurosa, aparece el que ahora quiero ser. Me gusta pensar, rememorar y recorrer el pasado una y otra vez, sin ningún orden cronológico, hasta que veo fluir quién soy. Mi vida anterior ha dado paso a un ritmo más lento. Yo mismo, posiblemente más humilde, creo poder contar cosas y acontecimientos con recuerdos más ecuánimes. Y me identifico con Marisa Madieri cuando dice:“la profundidad del tiempo es una reciente conquista mía”.
Nació en la ciudad de Córdoba (Argentina) y en el año 2004 trasladó su residencia a Madrid. Cuando aprendió a leer, con cuatro años, empezó a contemplar el mundo desde el lugar donde se cruzan los caminos de lo visible y de lo invisible. Ahora escribe para contar lo que ve desde allí. Es Licenciada en Derecho y funcionaria del Ayuntamiento de Madrid
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